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El carácter del Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah estén con él) es el Qur’an

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3649 2013/04/03 2024/11/09
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Se menciona en la larga historia sobre Sa’d ibn Hisham ibn ‘Amir, cuando llegó a Medina y acudió a ‘A’ishah (que Allah esté complacido con ella) y le consultó sobre ciertas cuestiones. Él dijo: Yo dije: Oh, Madre de los creyentes, cuéntame sobre el carácter del Mensajero de Allah (S). Ella preguntó: ¿Acaso no lees el Qur’an? Le contesté: Por supuesto. Ella dijo: El carácter del Profeta de Allah (S) era el Qur’an. Tuve deseos de levantarme y no volver a preguntar nada más hasta el día de mi muerte… Narrado por Muslim (746).  

Según otro reporte:  

Yo dije: Oh, Madre de los creyentes, cuéntame sobre el carácter del Mensajero de Allah (que la paz y las bendiciones de Allah estén con él). Ella dijo: Oh, hijo mío, ¿Acaso no lees el Qur’an? Allah dice (interpretación del significado): “En verdad eres de una naturaleza y moral grandiosas” [al-Qalam 68:4]. El carácter de Muhammad era el Qur’an.  Narrado por Abu Ya’la (8/275) con una isnad sahih.  

Al-Nawawi (que Allah tenga piedad de él) dijo en Sharh Muslim (3/268):  

Lo que esto significa es que él actuó de acuerdo con el Qur'an, rigiéndose por sus límites, siguiendo sus buenas costumbres, prestando atención a sus lecciones y parábolas, ponderando sus significados y recitándolo correctamente. Fin de la cita.  

Ibn Rayab dijo en Yami’ al-‘Ulum wa’l-Hikam (1/148):  

Lo que esto significa es que él siguió sus buenas costumbres y adoptó su actitud. Se complacía con todo aquello que el Qur'an elogiaba, y aborrecía todo aquello que el Qur'an condenaba. En un reporte se dice que ella dijo: Su actitud era el Qur’an, todo aquello que al Qur’an le complacía, a él le complacía y todo aquello que el Qur’an aborrecía, él aborrecía. Fin de la cita.  

Al-Munawi dijo en Fayd al-Qadir (5/170):  

Es decir, todas las órdenes, las prohibiciones, las promesas, las advertencias, etc. contenidas en el Qur’an.  

Al-Qadi dijo: Es decir, su actitud encarnaba todo aquello que el Qur’an contenía. Su actitud era todo aquello que el Qur’an consideraba bueno, elogiable o propicio, y evitaba todo aquello que el Qur’an consideraba malo y prohibido. Por lo tanto, el Qur’an describía su carácter. Fin de cita.  

Uno de los derechos que el Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah estén con él) tiene sobre nosotros, en especial en estos tiempos en los que su noble carácter está expuesto a mentiras y tergiversaciones, es que debemos mencionar algunas de sus nobles características y sus admirables cualidades de manera tal que el mundo sepa que su carácter es uno de los más grandiosos y puros.  

Abu Hamid al-Ghazali (que Allah tenga piedad de él) dijo en Ihya’ ‘Ulum al-Din (2/430-442):  

Muchas de las cualidades de su carácter que han sido recopiladas por algunos de los sabios de las narraciones. Luego, dijo:  

Era el más paciente de todos, el más intrépido de todos, el más justo de todos, el más casto de todos. Su mano jamás tocó la mano de ninguna mujer que no le haya pertenecido como esposa o estrechamente relacionado por lazos de sangre (mahram). Era el más generoso de todos, quien jamás conservó un dinar de un día para el otro. Si le sobraba algo y no podía encontrar a nadie a quien dárselo antes de que cayera la noche, no volvía a casa hasta que no lo hubiera donado a alguien que lo necesitara. No tomaba nada de lo que Allah le había concedido, excepto las provisiones para un año de los víveres más simples, dátiles y cebada, y lo daba todo por amor a Allah. Jamás pidió nada, pero lo dio todo. Regresaba a sus provisiones y tomaba de ellas víveres que donaba a quienes más lo necesitaban; por ello, a veces se quedaba sin nada antes de finalizar el año. Arreglaba sus propias sandalias y remendaba sus propias vestiduras y ayudaba a su familia con las tareas del hogar y les cortaba la carne. Era el más modesto de todos y no miraba a nadie directamente a los ojos. Respondía indistintamente a las invitaciones de esclavos y libres y aceptaba cualquier obsequio, incluso si se trataba de un vaso de leche y recompensaba a una persona a cambio. No comía alimentos que hubieran sido dados en caridad y respondía a los pedidos de las mujeres esclavas y los pobres. Se enfadaba por amor a su Señor pero jamás se enfadaba por interés propio. Se apegaba a la verdad incluso si hacerlo implicaba un daño para él o sus compañeros. Encontró a uno de sus mejores compañeros asesinado en un área habitada por Judíos pero no los trató cruelmente ni hizo más de lo que está prescrito por la shari’ah. En cambio, pagó por él un diyah de cien camellos a pesar de que algunos de sus compañeros necesitaban desesperadamente un solo camello. Se ataba una roca contra el vientre para alejar los retorcijones del hambre y no rechazaba alimentos halal. No comía recostado ni se sentaba a la mesa para comer. Jamás comió pan hasta el hartazgo durante tres días seguidos hasta que se reunió con Allah, exaltado sea, porque prefería dárselo a otros antes que saciarse él mismo, y no por pobreza ni por avaricia. Aceptaba invitaciones a comidas, visitaba a los enfermos y asistía a funerales. Caminaba solo entre sus enemigos sin ninguna protección. Era el más humilde y callado de todos sin caer en la arrogancia y el más elocuente sin caer en la verborragia. Era el del semblante más alegre. No se preocupaba por cuestiones mundanas. Se vestía con lo que encontraba a su paso y le permitía a su sirviente y a otros cabalgar detrás de él en su montura. Se trasladaba en lo que estuviera a su disposición: a veces un caballo, a veces una mula y a veces un burro. A veces caminaba descalzo, sin capa, turbante ni sombrero y visitaba a los enfermos de los lugares más remotos de Medina. Adoraba los perfumes y aborrecía los olores nauseabundos. Se sentaba con los pobres y les ofrecía alimentos. Comía con los necesitados, honrando a los virtuosos y ablandando los corazones de las personas de prestigio tratándolas amablemente. Mantenía lazos de parentesco sin favorecer a sus parientes por encima de quienes eran mejores que ellos y no trataba a nadie con crueldad. Aceptaba las excusas de quienes se disculpaban con él. Bromeaba pero solo hablaba con la verdad y sonreía sin reír a carcajadas. Si veía una obra permitida, no la denunciaba, corría jugando con su esposa. Cuando le levantaban la voz, lo sobrellevaba con paciencia. Tenía sirvientes, hombres y mujeres, pero no comía ni vestía mejor que ellos. No perdía el tiempo sin esforzarse en nombre de Allah ni haciendo lo esencial para mejorarse a sí mismo. No despreciaba a ningún pobre por su pobreza o por las enfermedades crónicas que sufría y no temía a ningún rey por su poder. A ambos los invitaba a acercarse a Allah en igualdad de condiciones.  

 

Al-Bajtari dijo: El Mensajero de Allah (que la paz y las bendiciones de Allah estén con él) no denigraba a ningún creyente sino que rezaba para pedir expiación y piedad por ellos. Él dijo: "He sido enviado como una bendición; no como una maldición”. Si le pedían rezar en contra de alguien, ya sea Muslim o kafir, se negaba a rezar en su contra y rezaba por él en cambio. Su mano jamás golpeó a nadie. Si le daban a elegir entre dos cosas, elegía la opción más sencilla, salvo que implicara cometer un pecado o romper lazos familiares. Allah lo describió en la Tora antes de enviarlo, y dijo: Muhammad el Mensajero de Allah, Mi siervo escogido; no es severo ni brusco, y no llama la atención en el mercado. No compensaba el mal con amabilidad; más bien disculpaba y perdonaba. Parte de su actitud era ser el primero en saludar si se encontraba con alguien, y si alguien acudía a él con alguna necesidad, él era paciente y esperaba hasta que esa persona fuera la primera en partir. Si alguien le tomaba la mano, no se la soltaba hasta que la persona soltara la suya primero. En una reunión, no podía distinguírselo entre sus compañeros. Allah, exaltado sea Él, dijo (interpretación del significado): “Por misericordia de Alá eres compasivo con ellos. Si hubieras sido rudo y duro de corazón se habrían alejado de ti; perdónales, pide perdón por ellos y consúltales en las decisiones. Pero cuando hayas tomado una decisión encomiéndate a Alá. Alá ama a quienes se encomiendan a Él.” [Aal ‘Imraan 3:159]. Allah le concedió la mejor de las actitudes y el mejor de los comportamientos, y la mejor manera de tratar con las personas y las situaciones, a pesar de que no sabía leer ni escribir. Creció pobre en una tierra desierta e ignorante, cuidando ovejas, huérfano de padre y madre. Pero Allah le enseñó todas las buenas características y el buen camino y le contó las historias de generaciones anteriores y posteriores. Le enseñó aquello que le garantizaría el éxito y la salvación en la Otra Vida y la felicidad en este mundo y le mostró cómo enfocarse en las obligaciones propias y mantenerse alejado de lo prescindible. Que Allah nos ayude a obedecer sus órdenes y a seguir su ejemplo. Amén, Oh, Señor de los Mundos. Fin de cita.  

Nadie debe tomar lo anterior meramente como una bella historia o una exageración irreal. Cada uno de los puntos que se mencionan puede ser encontrado en los Hadices sahih que son narrados en Musnad, Sahih y Sunan...El que desee saber más puede leer al-Shama’il al-Muhammadiyyah por Imam al-Tirmidhi.  

 

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