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Lynda Fitzgerald, ex católica, Irlanda (parte 2 de 4)

1692 2015/05/30 2024/11/22

El Corán

Dos cosas me sucedieron mientras leía el Corán. En primer lugar, estaba leyendo la siguiente Surah [Al Baqara] (el segundo capítulo del Corán, versículo 21) y simplemente dejé de leer. Cerré mis ojos y pensé en Dios. De repente sentí la unicidad de Dios, la supremacía de Dios. Pude percibir que no había razón para que tuviese un socio. Sencillamente, no veía a alguien con Él que estuviese a Su altura. ¿Por qué necesitaría a alguien? No necesitaba, estaba tan segura al respecto. Me envolvió una extraña sensación de paz y realmente supe con seguridad que no había otro Dios más que Dios. Lo único que quería era que esa sensación que me envolvía durara para siempre, pero desapareció en un par de minutos.

Lo segundo me sucedió mientras leía Surah Al Hayy (22:5). Cerré mis ojos nuevamente y vislumbré una fotografía del mundo: desolado y nacido de nuevo.  Vi un montículo de tierra y una semilla convirtiéndose en árbol, y pensé “¿De dónde vino esa semilla?” “¿De dónde provienen todas las hermosas variedades de plantas que se encuentran por todo el planeta?” Únicamente pueden provenir de Dios. Sentí otra vez la paz y maravilla de Dios.

Los meses previos a mi conversión

Esos debieron ser los mejores y más difíciles meses en mi vida. Hubo veces en que me sentía en la cima y otras veces completamente desesperada. Este extracto de mi diario transcurre en el mes de Abril:

“Algo raro está ocurriéndome y no sé cómo me siento acerca de eso, no sé si es una cosa buena o mala, si estoy dejándome llevar por mi imaginación o si estoy dejándome lavar el cerebro. Aunque también podría ser lo correcto, lo que debiera ser.

Lo cierto es que estuve estudiando el Islam y realmente estoy pensando en convertirme… Dios me ayude. Por el momento simplemente no sé qué pensar, todo este asunto me asusta tanto que me eriza la piel. Nunca pensé que esta clase de cosa podría ocurrirme. Indudablemente no quería convertirme. Siempre me consideré católica, siempre creí en Dios y siempre creí que Jesús era el hijo de Dios. Ahora estoy cuestionando todo, estoy cuestionando todo mi estilo de vida y todo lo que se me enseñó que debía creer”.

Pensaba en el Islam desde que me levantaba en la mañana hasta que regresaba a casa por la noche. Acto seguido, cuando escuchaba el adhan, sentía un intenso deseo de orar, y al principio oraba en la forma cristiana. Luego le pedí a uno de mis colegas del trabajo un libro sobre cómo rezar y me dio uno. Leí el libro, observé a las personas rezar en la televisión e hice muchas preguntas. En seguida empecé a orar. En aquel tiempo nadie estaba al tanto de ello excepto dos colegas del trabajo, el egipcio y un jordano, también muy buen musulmán.

Al principio oraba sin cubrirme el cabello. No sabía que se suponía que debía hacerlo; cuando alguien finalmente me lo dijo sencillamente no comprendí el motivo. Una vez en el trabajo discutí largo y tendido con Jaled al respecto, aún así no pude asimilarlo. Más tarde aquella noche, mientras caminaba para tomar el ómnibus, sentí la superioridad de Dios y lo pequeña e insignificante que era en comparación; me sentí como una hormiga ante el mundo extendido frente a mí y comprendí que debía cubrir mi cabeza mientras oraba ya que Dios sabía todo lo que yo hacia, que no tenía derecho de ser orgullosa y que debía complacerlo en todo lo posible. Jamás dudé otra vez en cuanto a cubrirme la cabeza durante la oración.

Mi diario íntimo - 23 de Abril de 1995

“Bien, todavía no estoy segura de lo que hago. Hay momentos en que parece todo tan claro y pienso: “Sí, lo creo y quiero gritarlo”. Después, hay veces en que me siento muy insegura, indecisa  y asustada, tan sólo no sé qué estoy haciendo. Esto es muy duro. Aparte de eso es una muy buena religión. El Corán es  maravilloso y está todo ahí: cómo comportarse, cómo rezar, qué hacer, qué no hacer. No hay como eso en la iglesia católica, además del hecho de que cambian de vez en cuando según su conveniencia. Quien sigue esta religión no puede tener maldad para con nadie. Solamente se puede ser amable, paciente y tolerante, y nunca se puede olvidar a Dios ya que se lo venera cinco veces al día. Amo rezar, siempre fue así. Ayuda a que uno recuerde todas las cosas buenas de la vida, de dónde vinieron y que siempre se debe estar agradecido por eso. Aporta paz a la vida”.

En ocasiones, me alegraba inmensamente por haberme enterado sobre el Islam, y en ocasiones deseaba jamás haber oído de su existencia ya que en cuanto supe la verdad era consciente de que sólo me restaba convertirme. Sin embargo,  todavía estaba aferrándome a mi antigua vida, aun habiendo renunciado a la bebida y a las fiestas temía perder a mis amigos occidentales y el prejuicio que enfrentaría en cuanto comenzara a cubrirme la cabeza. Conversé este asunto con Jaled tantas veces y siempre le repetía: “Nunca tendré el valor para llevar el hiyab”. En cada una de esas oportunidades él me respondía diciendo: “Cuando sea la voluntad de Dios, tendrás el valor”.

Mi diario íntimo: “Mi problema es que soy una cobarde nata. Temo la reacción de la gente cuando empiece a cubrirme la cabeza. ¿Cómo podría contarle esto a mi madre o a Liz en Australia? ¿Cómo podría ir a Australia o a Irlanda con la cabeza cubierta? No creo que pueda dar la cara, tú sabes. Dios mío, dame fuerzas.

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