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La verdadera riqueza (parte 1 de 2)
Muchas personas asumen erróneamente que la verdadera riqueza y el verdadero tesoro es el dinero. En efecto, es verdad que la riqueza es una gran bendición de Dios que otorga a Sus siervos; y quien la obtiene de manera pura y la gasta de manera apropiada, sin duda obtiene una gran recompensa de Dios.
Pero, al mismo tiempo, la riqueza no es la mayor bendición que se le puede otorgar a la humanidad. Además, no importa cuán rica sea una persona, eventualmente perderá su riqueza y pasará a manos de otros. El Profeta (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él) nos recordó esto cuando les preguntó a los compañeros:
"¿Quién de ustedes ama el dinero de sus herederos más que su propio dinero?"[1]
Ellos contestaron: "¡Mensajero de Dios! No hay nadie entre nosotros que no ame más su propio dinero que el dinero de sus herederos".
Entonces, el Profeta les dijo: "Pero su dinero es solo lo que ya ha gastado, y el dinero de sus herederos es lo que dejará tras de sí". (Sahih Al Bujari)
Así que, en realidad, la mayor parte del dinero que una persona posee terminará en manos de sus herederos, y solo aquella parte que sea gastada por la causa de Dios beneficiará a la persona en el Más Allá.
Dios subraya este punto en el Corán con la enseñanza de que:
"Los bienes materiales y los hijos son parte de los encantos de la vida mundanal, [que estos no los hagan olvidar de lo que Dios ha ordenado. Utilicen bien sus riquezas y eduquen correctamente a sus hijos,] pues las obras que a Dios Lo complacen son las que perduran y tienen gran recompensa". (Corán 18:46)
De modo que el dinero y los hijos pueden ser una comodidad y un placer en esta vida, pero las buenas obras son las que permanecerán, no la familia ni la riqueza que se posea. Son estas buenas obras las que le darán a una persona la complacencia de Dios, y es a través de ellas que la persona puede esperar una recompensa eterna en el Más Allá. El Corán afirma con claridad:
"Sepan que no son ni sus bienes materiales ni sus hijos los que los acercan a Mí, sino que quienes crean y obren rectamente recibirán una recompensa multiplicada por sus obras, y morarán seguros en habitaciones elevadas [del Paraíso]". (Corán 34:37)
En una parábola famosa y a menudo repetida, el Corán compara la vida de este mundo con una cosecha que prospera después de la lluvia solo para marchitarse en un corto período de tiempo. El Corán afirma:
"Sepan que la vida mundanal es juego, diversión, encanto, ostentación y rivalidad en riqueza e hijos. Es como la lluvia que genera plantas que alegran a los sembradores con su verdor, pero luego las ven amarillearse hasta convertirse en heno. En la otra vida, ustedes recibirán un castigo severo o el perdón de Dios y Su complacencia. La vida mundanal no es más que un disfrute ilusorio". (Corán 57:20)
El Imam As-Sa’adi resumió el comentario de esta aleya cuando escribió en un hermoso pasaje:
En este versículo, Dios nos informa la verdadera naturaleza de este mundo y en qué está basado, y nos explica su final y el final de la gente en él. Nos informa que es mero juego y diversión, de modo que nuestros cuerpos juegan en él y nuestros corazones se divierten con él. Y vemos que eso es exactamente lo que hace la gente que sigue este mundo, así que los hallarás desperdiciando sus vidas para entretener a sus corazones. Están en completa ignorancia del recuerdo de Dios y de lo que tendrán que enfrentar en cuanto a recompensas y castigos (en el Más Allá). Los ves tomar su religión como una diversión y un pasatiempo. Y esto está en contraste con la gente consciente, y con aquellos que se esfuerzan por el Más Allá. Sus corazones están vivos con el recuerdo de Dios, Su conocimiento y Su amor. Y se mantienen ocupados con actos que los acerquen a Dios, y esos actos no solo los benefician a ellos sino también a los demás. Y la frase "entretenimiento y diversión" significa que ellos tratan de embellecerse en sus ropas, comidas, bebidas, medios de transporte, casas y palacios, su prestigio y similares. La frase "ostentación y rivalidad en riqueza e hijos" implica que todos estamos atados (a este mundo) tratando de tener éxito sobre los demás y lograr la victoria en todos estos asuntos. La persona ve que puede satisfacer todos sus deseos a través de ello, y cada quien quiere ser aquel que tiene más que los demás, en términos de dinero y de hijos. Eso es lo que ocurre entre quienes aman este mundo y están complacidos con él.
Ello contrasta con aquellos que son conscientes de este mundo y su realidad, de modo que lo toman como algo pasajero y no un objetivo. Así que rivalizan en acercarse a Dios y utilizan los medios necesarios para asegurarse de llegar al destino prometido. Y cuando ven a alguien que trata de competir en dinero e hijos, en lugar de eso compiten con él en buenas obras.
Entonces, Dios nos ha dado una parábola de este mundo. Es como una lluvia que cae a la tierra y se mezcla con la vegetación que es devorada por hombres y animales, hasta que, cuando la tierra extiende su belleza y los incrédulos —aquellos que no pueden ver más allá de esta vida— estén sorprendidos con sus frutos, la orden de Dios le llega. Así que es destruida, todo se marchita y se seca, y regresa a su estado anterior, como si jamás hubiera dado vegetación alguna, como si jamás se hubiera visto belleza sobre la tierra.
¡Y es así como es el mundo! Mientras está florecido brota de él la belleza y el ser humano puede tomar los tesoros que desee y todo lo que quiera obtener de él, encuentra abiertas las puertas para lograrlo; pero, de repente, Dios decreta que todo se derrumbe, entonces toda la ganancia material obtenida del mundo es retirada de sus manos y su control desaparece, incluso él mismo desaparece del mundo y lo deja sin llevarse nada. Al final, no habrá obtenido nada más que una mortaja con la que se cubrirá su cadáver. Entonces, llega el infortunio a quien hace del mundo su objetivo y lo sacrifica todo por él, y se esfuerza y dedica su vida entera a él.
Y en cuanto a los actos para el Más Allá, esos son los que realmente benefician. Quedarán almacenados para su dueño (los frutos de su trabajo) y lo acompañarán para siempre. Es por ello que Dios afirma:
"Los que rechazan el Mensaje recibirán un castigo severo, mientras que los creyentes que obren rectamente obtendrán el perdón y una gran recompensa". (Corán 35:7)
De modo que en el Más Allá solo se pertenecerá a uno de estos dos grupos. En cuanto al castigo, este será en el fuego del Infierno, con sus llagas, sus cadenas y todos sus horrores, y esto será para aquel que hizo del mundo su objetivo, el final de su viaje, por lo que desobedeció a Dios, rechazó Sus señales y no agradeció Sus bendiciones.
Y en cuanto al perdón de Dios para los pecados, la absolución de todo castigo y la complacencia de Dios, esto será para quien se esforzó por la Residencia del Disfrute (el Paraíso), aquel que se dio cuenta de la real naturaleza de este mundo y, por eso, se esforzó de verdad por el Más Allá.
De modo que todo esto debería disminuir nuestro deseo por este mundo y aumentar nuestro deseo por el Más Allá, y es por esto que Dios dice: "Sepan que la vida mundanal es juego, diversión". Así que esta (vida) es un entretenimiento del que una persona puede beneficiarse y suplir sus necesidades. Nadie, excepto alguien de mente débil, será engañado por ella ni se sentirá complacido con ella, y esos son aquellos a quienes Dios les permitirá ser engañados por el Embustero (Shaitan)[2].