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Lo que dicen sobre Muhammad (parte 2 de 3)

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Lamartine, Historie de la Turquie, París 1854, Vol. II, pp. 276-77:

“Si la grandeza de los propósito, la escases de los medios y los resultados sorprendentes son los tres criterios del genio humano, ¿quién podría atreverse a comparar a cualquier gran hombre en la historia moderna con Muhammad? Los hombres más famosos sólo crearon ejércitos, leyes o imperios. Ellos fundaron, los que fundaron algo, nada más que poderes materiales que a menudo se desmoronaron ante sus propios ojos. Este hombre (Muhammad) movió no sólo ejércitos, legislaciones, imperios, pueblos y dinastías, sino a millones de hombres en un tercio del mundo habitado entonces. Y más que eso, movió los altares, los dioses, las religiones, las ideas, las creencias y las almas… la tolerancia en la victoria, su ambición, que fue dedicada por completo a una idea y no a luchar de forma alguna por un imperio. Sus oraciones interminables, sus conversaciones místicas con Dios, su muerte y su triunfo después de morir; todo esto da fe no de una impostura, sino de una firme convicción que le dio el poder de restaurar un dogma. Este dogma fue doble: la unidad de Dios y la inmaterialidad de Dios; el primero habla de lo que es Dios, el segundo de lo que no es Dios; el primero derroca a los falsos dioses con la espada, el otro a partir de una idea con palabras.”

 “Filósofo, orador, apóstol, legislador, guerrero, conquistador de ideas, restaurador de dogmas racionales, de un culto sin imágenes; el fundador de veinte imperios terrestres y un imperio espiritual, ese es Muhammad. En cuanto a todos los estándares por los que la grandeza humana puede ser medida, podemos preguntarnos: ¿existe algún hombre más grande que él?”

Edward Gibbon y Simon Ocklay, Historia del Imperio Sarraceno, Londres, 1870, p. 54:

“No es la propagación sino la permanencia de su religión la que merece nuestra admiración, la misma impresión pura y perfecta que grabó en La Meca y en Medina se conserva, después de revoluciones de doce siglos por parte de los seguidores indios, africanos y turcos del Corán… los mahometanos[1] han resistido de manera uniforme la tentación de reducir el objeto de su fe y devoción al nivel de los sentidos y la imaginación del hombre. ‘Creo en Un Dios y Mahoma es el Apóstol de Dios’, es la profesión simple e invariable del Islam. La imagen intelectual de la Deidad no ha sido degradada nunca por ningún ídolo visible; los honores del profeta nunca han transgredido la medida de la virtud humana, y sus preceptos de vida han refrenado la gratitud de sus discípulos dentro de los límites de la razón y la religión”.

Bosworth Smith, Mahoma y el Mahometismo, Londres 1874, p. 92:

“Él fue el César y el Papa en uno, pero fue Papa sin las pretensiones papales y César sin las legiones de César: sin un ejército permanente, sin guardaespaldas, sin fuerza policial, sin palacio, sin ingresos fijos. Si alguna vez un hombre tuvo el derecho de decir que gobernó por derecho divino, ese fue Mahoma, porque tenía todo el poder sin sus instrumentos y sin sus apoyos”.

Annie Besant, Vida y Enseñanzas de Muhammad, Madras 1932, p. 4:

“Es imposible para cualquiera que estudie la vida y el carácter del gran Profeta de Arabia, que sepa cómo él enseñó y cómo vivió, sentir algo menos que reverencia por ese poderoso profeta, uno de los grandes mensajeros del Supremo. Y aunque en lo que les manifiesto encontrarán muchas cosas que tal vez sean familiares a muchos de ustedes, incluso yo misma siento, cada vez que las releo, una nueva forma de admiración, un nuevo sentimiento de reverencia por este poderoso maestro árabe”.

W. Montgomery, Mohammad en La Meca, Oxford 1953, p. 52:

“Su disposición a someterse a las persecuciones por sus creencias, el elevado carácter moral de los hombres que creyeron en él y lo vieron como su líder, y la grandeza de su último logro, todo ello defiende su integridad fundamental. Suponer que Muhammad fue un impostor plantea más problemas que soluciones. Además, ninguna de las grandes figuras de la historia es tan poco apreciada en occidente como Muhammad”.

James A. Michener, Islam: La Religión Incomprendida, en Selecciones de Reader’s Digest (Edición Estadounidense), Mayo 1955, pp. 68-70:

“Muhammad, el hombre inspirado que fundó el Islam, nació alrededor del año 570 d.C. en una tribu árabe que adoraba ídolos. Huérfano de nacimiento, siempre fue particularmente solícito con los pobres y necesitados, las viudas y los huérfanos, los esclavos y los oprimidos. A los veinte años ya era un exitoso hombre de negocios y pronto se convirtió en director de caravanas de camellos para una viuda rica. Cuando cumplió 25, su empleadora, reconociendo sus méritos, le propuso matrimonio. A pesar de que él era quince años menor, se casó con ella, y mientras vivía, fue un esposo devoto.

 “Como la mayoría de los grandes profetas antes que él, Muhammad no se mostró dispuesto a servir como transmisor de la palabra de Dios, sintiendo su propia insuficiencia. Pero el ángel le ordenó: ‘Lee’. Por lo que sabemos, Muhammad era incapaz de leer o escribir, pero él le comenzó a dictar aquellas palabras inspiradas que pronto revolucionarían a una gran parte de la tierra: ‘Hay un solo Dios’.

 “En todas las cosas Muhammad fue profundamente práctico. Cuando su amado hijo Ibrahim murió, ocurrió un eclipse, y rápidamente se levantaron rumores de la condolencia personal de Dios. Respecto a esto, se dice que Muhammad anunció: ‘Un eclipse es un fenómeno natural. Es absurdo atribuir tales cosas a la muerte o al nacimiento de un ser humano’.

“A la muerte del propio Muhammad se hizo un intento de deificarlo, pero el hombre que se convirtió en su sucesor administrativo acabó la histeria con uno de los discursos más nobles en la historia religiosa: ‘Si hay entre ustedes quien adoraba a Muhammad, sepa que él está muerto. Pero si es Dios a quien adora, sepa que Él vive para siempre’”.

Michael H. Hart, Los 100: Ranking de las Personas Más Influyentes en la Historia, Nueva York: Hart Publishing Company, Inc. 1978, p. 33:

“Mi elección de que Muhammad lidere la lista de las personas más influyentes del mundo puede sorprender a algunos lectores y puede ser cuestionada por otros, pero él fue el único hombre en la historia que fue extremadamente exitoso tanto a nivel religioso como a nivel secular”.

 

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[1]Los términos mahometano y mahometismo son introducciones inapropiadas hechas por orientalistas, que hicieron analogía con Cristo y el cristianismo debido a su desconocimiento del Islam.

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