Los compañeros del profeta lo querían muchísimo y tenían un apego increíble hacia él. Tomaban de él un modelo ejemplar en todo dicho, acción, adoración y comportamientos, amaban lo que amaba y odiaban lo que odiaba, estaban dispuestos a dar sus vidas por él y las batallas del profeta son de gran ejemplo.  

 Todo eso no es sino porque Muhammad es realmente un Mensajero de Dios, su Señor, Altísimo sea, lo ha escogido y lo ha querido y ha hecho que todos sus compañeros y seguidores lo quieran. Sus compañeros lo querían más que a sus madres, padres e hijos, incluso lo querían más que a sí mismos.

Hay muchas situaciones que confirman eso:

  Un día Orwa ibn Masud Al-Thakafi fue a ver al Profeta y no era musulmán, después de que Quraysh había escuchado que Muhammad y sus compañeros iban a salir con destino a La Meca para hacer la peregrinación menor.

  La tribu de Quraysh formó una junta de consejeros y decidieron hacer todo lo posible para impedir que los musulmanes llegaran a La Casa Sagrada, pues Orwa se encargó de observar la relación entre el Profeta y sus compañeros, y después de ver el asombroso modo de tratamiento que ha reflejado el gran amor que tienen por él, volvió a los incrédulos de Quraysh y les dijo: “He visto a reyes como César, Negus y Cosroes pero juro por Dios que nunca he visto a ningún rey que sus compañeros exalten tanto como lo hacen con Muhammad. Les juro, no escupe sin que uno de ellos corra y agarra su esputo con la mano y masajea con ello su propia cara y piel, si les ordena obedecen y si hace la ablución, casi se matan por tener el agua que ha usado, si habla bajan sus voces y nunca le miran fijo por exaltación a él. Entonces mejor que aceptéis el plan que os ha expuesto.

Mencionamos un solo acontecimiento más; se trata de la muerte del Profeta y su efecto en sus compañeros, que Dios esté complacido con ellos.