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El Profeta de la Misericordia – Parte 1
El Profeta fue una misericordia para toda la humanidad. Alá lo describió como tal, diciendo:
“Te hemos enviado [¡Oh, Muhámmad!] como misericordia para todos los seres”. (21:107)
Y el Profeta mismo dijo: “Fui enviado para ser una misericordia”. (Muslim)
Su misericordia fue una misericordia general la cual incluía al creyente y al no creyente. Cuando Tufail ibn `Amr ad-Dawusi dejó de tener esperanza en el consejo de su tribu él fue donde el Profeta y dijo: “Oh Mensajero de Alá, la tribu de Dawus ha desobedecido y se rehusó entonces suplícale a Alá en contra de ellos”. Entonces el Profeta se orientó hacia la Qiblah y levantó sus manos, y la gente estaba convencida de que Dawus sería destruida cuando él suplicara en contra de ellos. Pero el Profeta de la misericordia solo dijo: “Oh Alá, guía a Dawus y tráelos [al Islam]”. (Al-Bujari y Muslim)
El Profeta suplicó para que fueran bendecidos con la guía, y no para que recibieran castigo o destrucción porque él solo deseaba el bien para la gente y esperaba por su éxito y su salvación.
El Profeta fue a Taif para invitar a su gente al Islam pero ellos lo rechazaron y lo pusieron en ridículo y alentaron a los niños a arrojarle piedras de la calle hasta que sus pies sangraron. Su esposa, `A’ishah, relató lo que pasó después de eso: “Le pregunté al Mensajero de Alá si él había tenido un día más difícil que el de la batalla de Uhud. Él me dijo:
‘Yo soporté mucho de tu gente, pero lo peor que tuve que soportar fue el día de al-`Aqabah cuando me ofrecí a Ibn `Abdi Ya Layl ibn `Abdi Kulal. Él no respondió como yo había deseado, entonces me fui, absorbido por mis preocupaciones, y no vine de vuelta hasta cuando había llegado a Qarn az-Za`alib. Levanté mi cabeza y encontré que una nube me había dado sombra; miré y allí estaba (el ángel) Gabriel dentro de ella. Él me dijo: “Alá, el Poderoso y Majestuoso, ha oído lo que tu pueblo te dijo y cómo te responden. Él te ha enviado al ángel de las montañas, entonces ordénale que les haga lo que tu desees”. El ángel de las montañas se dirigió a mí, diciendo: “¡Oh Muhámmad! De verdad, Alá ha oído lo que tu pueblo te dijo y cómo ellos te rechazaron. Yo soy el ángel de las montañas y Alá me ha enviado para que me ordenes hacer lo que sea que tú desees. Si tú lo deseas yo los aplastaré entre las dos montañas”. Pe-ro el Mensajero de Alá replicó: “En lugar de eso, yo espero que Alá traiga de su descendencia aquellos que adorarán solamente a Alá sin asociarle nada”. (Al-Bujari y Muslim)
Esta era la misericordia que le permitía al Profeta olvidar sus heridas sangrantes y su corazón lastimado, solo pensando en cómo llevar el bien a aquellas personas y sacarlas de la oscuridad hacia la luz y guiarlas por el camino correcto.
Y cuando el Profeta conquistó La Meca, entrando en ella con diez mil guerreros, Alá le dio la decisión acerca de aquellos que lo habían abusado y perseguido, planeado su asesinato, expulsado de su tierra natal, asesinado a sus compañeros y que los habían torturado a causa de su religión. Uno de sus compañeros dijo: “Hoy puede ser un día de masacre”. Pero el Profeta dijo: “No, por el contrario es un día de misericordia”.
Luego el Profeta fue ante la gente derrotada cuyos ojos estaban abiertos con temor y cuyos corazones temblaban, esperando a ver lo que el conquistador victorioso haría con ellos. La costumbre era la venganza y la mutilación de los muertos, como ellos había hecho en la batalla de Uhud y en otros lugares. Pero el Profeta les dijo:
“Oh Quraish, ¿qué suponen ustedes que yo debería hacer con ustedes?”
Ellos respondieron: “El bien. Tu eres un hermano generoso y el hijo de un hermano generoso”. El Mensajero de Alá replicó: “Pueden irse, son libres”. Ellos se sintieron como si hubieran salido vivos de sus propias tumbas.
Tal inclusivo perdón fue el resultado de la misericordia en el corazón del Profeta , la cual era tan grande que incluyó a aquellos enemigos que le habían hecho daño a él y más aún a sus compañeros. Si no hubiera sido por su misericordia tal perdón no hubiera ocurrido. Qué tan ciertas fueron las palabras del Profeta cuando dijo:
“Yo soy una misericordia concedida”. (Al-Hakim)