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Su Profecía e Invitación a Su Pueblo
El Mensajero de Alá fue designado para llevar la profecía a la edad de cuarenta años, la cual es la edad de completa madurez. El ángel se le apareció en la cueva de Hiraa’ un Lunes, 17 del mes de Ramadán. Cuando la revelación descendió, fue muy difícil para él, su rostro cambió y su frente transpiraba.
Cuando el ángel Gabriel vino a él por primera vez, le dijo: “Recita”. Muhámmad replicó: “Yo no soy un recitador.” El ángel entonces lo presionó fuertemente y le dijo: “Recita.” Muhámmad le dijo: “No soy un recitador”. Esto se repitió tres veces hasta que recitó el ángel:
“Recita en el nombre de tu Señor quien creó –creó al hombre de un coágulo. Recita, y tu Señor es el más generoso, quien te enseñó a través de la pluma. Le enseñó al hombre aquello que éste no sabía.” (96:1-5)
El Mensajero retornó donde su esposa Jadiyah, temblando, y le dijo lo que había visto. Ella lo reafirmó diciendo: “Son albricias, pues juro por Alá que Alá nunca te humillaría, porque tú mantienes los lazos de parentesco, hablas la verdad, llevas la carga del débil, ayudas a los necesitados, provees al invitado y asistes a aquellos afligidos por la necesidad.”
Luego ella lo llevó adonde su primo Waraqah ibn Nawfal. Este se había vuelto un cristiano en el periodo pre-islámico y solía escribir la escritura en hebreo. Él había escrito parte del Evangelio en árabe, y era un hombre anciano que se había quedado ciego. Jadiyah le dijo: “Oh primo, oye a tu sobrino” Waraqah preguntó: “Oh sobrino, ¿que has visto?” Entonces el Profeta le informó lo que él había visto. Waraqah dijo: “Ese es el ángel que Alá envió a Moisés. Si solo fuera más joven y pudiera estar vivo cuando tu pueblo te expulse.” Él preguntó: “¿Me expulsarán?” “Si” contestó Waraqah “Pues ningún hombre ha venido con algo como eso que tú has traído sin haber sido atacado. Si yo viviera para ver ese día, te apoyaría vigorosamente.” Pero murió poco tiempo después de este suceso.
Luego de esto hubo una pausa en la revelación. El Mensajero de Alá permaneció tanto tiempo como Alá lo deseó sin experimentar nada, y se deprimió esperando el ángel descendiera nuevamente.
Luego el ángel se le apareció sentado entre el cielo y la tierra. Lo alentó y le aseguró que él era un verdadero Mensajero de Alá . Pero Muhámmad estaba asustado, y al volver donde Jadiyah, le dijo: “Arrópame”. Entonces Alá reveló:
“¡Oh, tú que te envuelves en el manto! Levántate y advierte. Proclama la grandeza de tu Señor, purifica tus vestimentas, apártate de la idolatría”. (74:1-5)
Alá le ordenó en estos versos advertir a su pueblo, invitarlos a Alá y a purificarse él mismo de las malas acciones.
El Profeta se preparó a sí mismo para llevar su gran responsabilidad, pues ahora sabía que él era realmente el Mensajero de Alá. Muhámmad obedeció a su Señor invitando a la gente a la religión de Alá – a los jóvenes y a los ancianos, al hombre libre y al esclavo, al hombre y a la mujer, al negro y al blanco. De cada tribu algunas personas respondieron, entrando al Islam basados en la iluminación y en la visión, pero los intransigentes de La Meca empezaron a perseguir y torturar a los creyentes. Alá protegió al Mensajero de Alá a través de su tío, Abu Talib, quien era honrado y respetado por la tribu de Quraish. Ellos no se atrevieron a molestarlo o hacerle daño al Profeta pues sabían de su amor por él. Además de esto, su tío se acercó a su religión, lo cual lo hizo tolerante y no hostil.
Ibn al-Yawzi escribió: El Profeta continuó por tres años escondiendo su difusión (da`wah); luego Alá le reveló: “Difunde lo que se te ordena [públicamente] y despreocúpate de los idólatras”. (15:94)
Entonces, Muhámmad anunció abiertamente su mensaje y Alá le reveló:
“Y advierte primero a tus familiares de entre tu pueblo”. (26:214)
Entonces el Mensajero de Alá salió de su casa, subió a la colina de Safa y gritó para llamar la atención. La gente se agrupó preguntando: “¿Quién es el que está gritando?” Les fue dicho que era Muhámmad r. Ellos se reunieron en torno a él y él les dijo:
“¿Si yo les informara que hay hombres a caballo en el valle detrás de esta colina que están listos para atacarlos, ustedes me creerían?” Ellos dijeron: “Si, pues nosotros nunca hemos sabido que tu mintieras”. Muhámmad r les dijo: “En verdad, Yo soy un advertidor para ustedes de un severo castigo.”
Pero su tío, Abu Lahab, le replicó: “Que te arruines por el resto del día. ¿Para esto nos has reunido?” y se retiró. Entonces Alá reveló:
“¡Maldito sea Abu Lahab y que perezca! Ni su poder ni sus bienes podrán salvarlo del castigo. Será arrojado en el fuego llameante. Y su mujer [también será castigada] portando leña [por haber puesto espinas en el camino que transitaba el Profeta]. Y en su cuello tendrá una cuerda de fibras de palmeras.” (111:1). (Al-Bujari y Muslim).